Salvador Castelló presentaba en 1917 la versión mejorada de “La Clueca Perpetua”. Se trataba de una incubadora de formato circular y pequeñas dimensiones dirigida a los avicultores aficionados. Constaba de 3 piezas: la campana calefactora provista de un regulador (señalado con el número 3), la bandeja porta-huevos (nº 2) y el receptáculo en el que se mantienen los pollitos una vez nacidos durante las primeras horas de vida (nº 1). Si bien el primer modelo de “La Clueca Perfecta” estaba diseñado únicamente para funcionar con petróleo, en esta ocasión se presentaban dos nuevas versiones, una con calefactor de gas y otra de aceite.
Este último modelo, original en el mundo, lo justificaba así el profesor Castelló: “En España el aceite no solo es barato, sino que lo cosechan en muchas regiones del país y hasta en las casas más pobres se compra aceite para los candiles. De ahí que al objeto de acumular en “La Clueca Perpetua” todo lo que pueda hacerla práctica y accesible hasta a las gentes más sencillas del campo, se pensara en aplicarle la calefacción por aceite”. Además este modelo mejorado presentaba una mayor capacidad, llegando a 60 huevos, una mayor solidez y una mejor presentación, de forma que “el aparato hasta resulta esbelto y en nada afea el sitio en el que se instala”.
La venta de más de 300 unidades de la incubadora avalaba su calidad, al igual que las numerosas cartas de clientes agradecidos que recibía Salvador Castelló, como la de Ramón Jordana, maestro de la Puebla de Hijar, que en pleno invierno turolense alcanzaba porcentajes de incubabilidad del 85% o la del doctor José Vilar de Valencia que alcanzaba un 97% de nacimientos. Pero no todo fueron halagos, su éxito se vio en parte empañado por una acusación infundada de plagio. Un anuncio de “La Clueca Perpetua” que Salvador Castelló contrató para insertar en la revista “El Cultivador Moderno” fue ilustrado, por error de la revista, con un modelo de incubadora estadounidense, lo cual fue interpretado malintencionadamente como plagio por una empresa de la competencia. El registro de “La Clueca Perpetua” y de sus piezas, que fueron patentadas, afortunadamente zanjó la cuestión.
