Fregándose los pies con aceite esencial de orégano y tomillo se consigue, además de un efecto desodorante, una acción antiséptica frente a las bacterias que generalmente colonizan su superficie. A semejante conclusión ha llegado un equipo de expertos de la Universidad de Gante (Bélgica), tras reiterados experimentos con esencia de hierbas silvestres. Los resultados obtenidos tienen potencial aplicación en la industria alimentaria.
Tanto el aceite de orégano como el de tomillo son muy ricos en timol y carvacrol, y los investigadores de la Universidad de Gante sostienen que es capaz de antagonizar la colonización por bacterias del tipo Shigella spp. en los pies. Según publican los expertos belgas en el número de febrero de la revista Food Microbiology, en contacto con timol, estragol, linalool o carvacrol, los especímenes de Shigella que con frecuencia colonizan la superficie del pie humano quedan eliminados.
Un primer experimento por parte del equipo de la Universidad de Gante consistió en infectar la superficie de una hoja de lechuga con Shigella y, posteriormente, lavarla con una solución de timol y carvacrol del 0,5 al 1%. Se vio entonces que las concentraciones del patógeno adquirieron pronto valores indetectables. Además, la solución evitó efectos propios de la contaminación bacteriana, como la coloración parda y amarillenta de las hojas o el inconfundible mal olor.
Aun admitiendo que son necesarios más ensayos para determinar las concentraciones precisas de timol y carvacrol necesarias para una loción aplicable a los pies con propósito bactericida, los especialistas recomiendan revisar las propiedades de los aceites esenciales de muchas hierbas usadas en la alimentación con propósito curativo. Por último, hacen un llamamiento a la industria alimenticia para que dé salida a la demanda creciente de productos naturales con los que solucionar achaques cotidianos sin efectos secundarios y a bajo coste. Tisanas, mascarillas, vapores y otras aplicaciones tópicas tienen en estos resultados un amplio abanico de potenciales aplicaciones.
Timol y carvacrol, antibióticos
Los aceites esenciales de tomillo y orégano, ricos en timol y carvacrol, han demostrado eficacia antibacteriana Mediante métodos de extracción y de separación bioguiados, utilizando tanto bacterias grampositivas (Staphylococcus aureus) y gramnegativas (Salmonella typhi, Klebsiella pneumoniae, Pseudomonas aeruginosa y Escherichia coli) como hongos filamentosos (Aspergillus niger, Mucor spp. y Fusarium oxysporum) o levaduras (Candida albicans), la ciencia ha conseguido el aislamiento e identificación por métodos espectroscópicos de timol y carvacrol, fenoles volátiles monoterpénicos, como principales sustancias responsables de la actividad antibacteriana y antifúngica de Ageratina ibaguensis, (planta asterácea sudamericana empleada como antibiótico.
El aceite esencial de tomillo (Thymus vulgaris) presenta, además, una actividad expectorante, provoca una fluidificación de las secreciones bronquiales y favorece su posterior eliminación. Este efecto es debido a su acción sobre la membrana bacteriana. La eliminación de timol y carvacrol por vía respiratoria produce una actividad antiséptica respiratoria. Por su actividad antibacteriana, el tomillo tiene interés también como antiséptico urinario y de la cavidad bucofaríngea, así como para el lavado de heridas.
Por otra parte, el extracto acuoso de tomillo inhibe de forma significativa, in vitro, el crecimiento de Helicobacter pylori y su potente inducción de la actividad de la ureasa frente a la mucosa gástrica.
Desde hace siglos, el tomillo se emplea en cocina por su acción conservadora de las carnes, constituyendo un excelente sazonador. En la edad media esta planta se asociaba con el valor, y las mujeres tejían ramitas de tomillo para ponerlas sobre el pecho de los caballeros que partían a las Cruzadas.
En lo que refiere al orégano (Origanum vulgare), su aceite esencial es tan rico en timol y carvacrol (hasta un 90%) como el del tomillo. Popularmente se le atribuyen propiedades como tónico aperitivo, digestivo, carminativo, colerético, espasmolítico, expectorante, antiséptico de las vías respiratorias, tónico general y diurético. A nivel externo se considera analgésico, cicatrizante, antiséptico y antifúngico. Con todo, la Unión Europea recomienda evitar su prescripción al considerar insuficientemente probada su utilidad terapéutica y habiendo detectado que, en dosis extraterapéuticas, puede causar efectos estupefacientes.
Los médicos tradicionales chinos lo emplean desde hace siglos para tratar fiebres, vómitos, diarreas, ictericia y otros problemas de la piel. También tiene efectos antiespasmódicos y ayuda a expeler parásitos intestinales. Su uso culinario, por otra parte, es bastante amplio. Se emplea para aromatizar caldos y potajes, en platos acompañados con salsas y también para pizzas o pastas alimenticias.
UN BOTIQUÍN EN LA DESPENSA
No es ningún secreto que las hojas, tallos, raíces, flores o tubérculos de muchas plantas silvestres de uso culinario deparan propiedades curativas de inestimable valor. La rentable eficacia de los preparados sintéticos no debiera relegar al olvido a una farmacopea de siglos, inspirada en productos de huerta o de campo, con la que druidas, brujos, monjes y curanderos de toda índole han aliviado males y hasta salvado vidas.
El uso de las plantas aromáticas en la cocina constituye un principio básico para la aplicación de una alimentación natural, y no es menos interesante destacar que éstas poseen también propiedades medicinales muy reconocidas. Las plantas llamadas aromáticas son especialmente ricas en aceites esenciales, los cuales son mezclas de diversas sustancias químicas que poseen innumerables efectos medicinales: antimicrobianos, antiparasitarios, expectorantes, cicatrizantes, antinflamatorios y diuréticos. Sin embargo, éstos muchas veces pierden su efecto con la cocción.
Cada vez es más popular una técnica terapéutica que se conoce como aromaterapia, y que se apoya en el uso de los aceites esenciales purificados, como los descritos de tomillo y orégano.
El rústico ajo (Allium sativum), sin ir más lejos, pasa por ser un poderoso antibiótico. Restos de ajo han aparecido en conocidos yacimientos prehistóricos, ilustrando la antigüedad de su valor curativo por parte del ser humano. En «La Odisea», Homero relata cómo Ulises encontró en él fuerzas para protegerse de la magia de Circe. Hipócrates lo recomendaba para toda suerte de infecciones, heridas, cáncer, lepra o problemas digestivos. Se trata de un tegumento rico en vitamina A, vitaminas del complejo B, vitamina C, bromo, yodo, silicio y azufre.
El hinojo (Foeniculum vulgare) también era conocido en la antigua Grecia como un remedio inestimable frente a los cólicos infantiles. Carlomagno ordenó que se cultivara en los jardines de todo su imperio. Los ingleses prehistóricos lo colgaban sobre sus puertas para protegerse contra la hechicería, y en la colonización de América del Norte llegó a ser ampliamente utilizado como auxiliar digestivo, inductor de la leche de las madres que amamantan y para resfriados.
En cuanto al jengibre (Zingiber officinale) sigue siendo considerado en la India como un purificador físico y espiritual. La herbolaria china, por su parte, utiliza esta hierba para prevenir mareos, tratar artritis, problemas renales, espasmos menstruales e intoxicación por marisco. Los antiguos griegos adoptaron el jengibre como auxiliar digestivo y lo comían envuelto en pan (pan de jengibre). Los ingleses utilizaron más tarde el pan de jengibre para elaborar una bebida estomacal: la cerveza de jengibre, precursora del actual ginger ale.
En España, el romero (Rosmarinus officinalis) viene utilizándose en muchas áreas rurales como desintoxicante desde hace siglos. Mucho antes de que existiera la refrigeración, se envolvían carnes en hojas molidas de romero, porque así se conservaban mejor y adquirían un aroma fresco y sabor agradable. El aceite esencial de romero se ha descubierto ahora que contiene sustancias químicas altamente antioxidantes y es, asimismo, rico en vitaminas C y PP.
La familia de las mentas (Mentha piperita, M. spicata, M. sativa y otras) ha venido siendo prescrita desde tiempos inmemorables por médicos chinos y ayurvédicos como tratamiento para resfriados, tos y fiebre. El aceite de menta contiene mentol, una sustancia con propiedades antiespasmódicas y capaz de prevenir infecciones.
Un último ejemplo, por más que la lista de hierbas con propiedades curativas sea inagotable, lo constituye la albahaca (Ocimum basilicum). Sus beneficios de cara a la salud se circunscriben a la eliminación de parásitos intestinales, y su aceite se aplica con éxito para curar el acné.
El poder desinfectante de las hierbas
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